El enemigo de un escritor lo define. Trilce de Vallejo resulta inconcebible sin ese ruido que viene de afuera y no deja cantar al poeta. A Borges no se le puede entender sin ese concepto que corrompe y desatina todo, el infinito. La obra de Enrique Del Risco resulta inimaginable sin su ubicuo contrincante: el poder que aspira, según sus propias palabras, al monopolio del sentido. La literatura se le revela y se le rebela al poder --valga aclarar que la buena literatura es pródiga en revueltas pero no puede ser revolucionaria, eso equivaldría a plegarse a la política-- al oponerle su "ambigua levedad". Los ensayos de este libro exponen a través de múltiples escenarios --que van de Espejo de paciencia a Néstor Díaz de Villegas, de Roberto Bolaño a Joseph Brodsky-- los flancos de esa batalla.
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