En la parte más desierta y bravía del cajón del Arauca estaba situado el hato de Altamira, primitivamente unas doscientas leguas de sabanas feraces que alimentaban la hacienda más numerosa que por aquellas soledades pacía y donde se encontraban uno de los más ricos garceros de la región. "Pues esta es la historia que se cuenta en Doña Bárbara: la del hato Altamira, el más grande del Cajón del Arauca, herencia de los hermanos José y Panchita Luzardo [...] Este agujero negro del monte, ciénaga irresoluble en las letras de un documento, es también una suerte de Aleph de la llanura venezolana. Grado cero del paisaje que contiene la esencia del vasto territorio que Lorenzo Barquero, el desgraciado hijo de Panchita, bautizará como 'la devoradora de hombres'. Con ambigüedad deliberada, la novela traza el paralelismo entre la llanura y Doña Bárbara, quien también es conocida con el mismo sobrenombre. [...] Como un avatar del tremedal motivo del litigio, Doña Bárbara ha ido extendiendo sus dominios cual si la llanura hubiera acordado con ella castigar la codicia y desidia de los dueños legítimos. Es aquí donde Santos Luzardo, joven abogado de la ciudad, hace su entrada en el escenario de la infancia para establecer en esas tierras salvajes el imperio de la ley y recuperar lo que le pertenece." -Rodrigo Blanco Calderón
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